Freddy Alirio Bernal Rosales, legendario policía insurrecto, debió sumergirse en la clandestinidad luego de sublevarse al gobierno del socialdemócrata, Carlos Andrés Pérez, durante la segunda rebelión militar, ejecutada el 27 de noviembre de 1992.
A partir de entonces surgiría su indestructible vínculo con el comandante Hugo Chávez. En ese camino se encontraría con Carlos Lanz, ex guerrillero, sociólogo, investigador y pedagogo, desaparecido desde el 8 de agosto de 2020.
Perseguido por la DISIP, la policía política de aquella época, a Bernal le entregaron la mitad de un billete que debía unir con su parte faltante, que la tenía Lanz. Estos códigos habían sido creados para protegerse de los esbirros de aquel sistema agonizante, que nunca se recuperó de las heridas de la insurrección cívico-militar del 4 de febrero de 1992, liderada por Chávez.
Gracias a ese billete se conocerían Bernal y Lanz. Su encuentro dejaría profundas huellas en la formación política del protector del estado Táchira.
“Durante el gobierno de Rafael Caldera, cuando yo no estaba preso, me estaban buscando. Fui cinco veces al la cárcel”, recuerda.
Entrevistado por Gustavo Villapol, diputado y director de Cuatro F, en el espacio Entrevistas, Freddy Bernal relata cómo Chávez le comunicó su decisión de construir un partido en el seno del pueblo.
“Chávez nos dijo que por la vía del voto conquistaríamos el poder”.
– Como especialista en seguridad, ¿qué opina de la desaparición de Carlos Lanz?
– Carlos Lanz es uno de mis maestros y me inculcó una formación marxista, profundamente revolucionaria de construcción del poder popular desde abajo. Juntos creamos la unión cívico-militar policial que se usó en la contingencia del 2002. Antes de su extraña desaparición estuvo interesado en los asuntos fronterizos. Cada vez que había un evento particular me llamaba y aconsejaba. Era instructor de mi equipo político-militar, porque era docente del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional, del Estado Mayor Policial de la FANB, de la escuela Superior de Guerra y asesor de inteligencia y contrainteligencia. Según mi experiencia policial y revolucionaria su desaparición es parte de una operación que se asemeja a las tácticas del MOSSAD, la agencia de inteligencia de Israel. De eso no tengo la menor duda, porque no fue la CIA, ya que sus métodos son más toscos. A diferencia de los israelíes, especializados en desapariciones forzosas de carácter quirúrgico. Los agentes israelíes hacen que se esfumen las personas. Se especializaron en la captura de los criminales de guerra nazi en Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y toda Europa. Los servicios de inteligencia venezolanos han hecho una ardua investigación. Han estudiado las llamadas telefónicas antes, durante y posterior a la desaparición de Lanz. Se han analizado los contactos relacionados, respetando los pasos de investigación metodológica propios de una investigación criminal. El CICPC también aportó sus expertos en dactiloscopia, planimetría, rastreo y hasta este momento no hay un solo elemento de carácter técnico que señale una llamada, un contacto, un rastro de carácter electrónico o físico. Pero las personas no se esfuman, no existen las abducciones extraterrestres, eso es ciencia ficción, pero las operaciones del MOSSAD son una realidad. Carlos Lanz era una especie de reserva estratégica de la inteligencia venezolana y era el cerebro del concepto integral de la defensa de la nación. Dedicó su vida a entender todos los mecanismos de guerra no convencional aplicados contra Venezuela y a combatirlos. No tengo la menor duda de que fue capturado por el MOSSAD y lamentablemente debe estar en algún lugar sometido a larguísimos interrogatorios, si es que ya no lo desaparecieron. Pero estoy convencido de que Carlos Lanz desapareció por su combate por la vida y contra el imperio. Y si murió lo hizo en combate. Pero yo no pierdo la esperanza y hay que seguir dando la batalla.
– ¿Cómo ve la amenaza militar contra Venezuela y su posible defensa?
– Yo estudié en la Escuela Superior de Guerra una maestría sobre la filosofía de la guerra donde analizamos cómo Venezuela ha sido un teatro de operaciones para ejecutar nuevas modalidades de combate. Los métodos han evolucionado desde la guerra total (aplicada en la 1era y 2da Guerra Mundial, incluso en Vietnam) a la Guerra No Convencional, donde se usan aspectos psicológicos, mediáticos, financieros, económicos, emocionales. Esta guerra ha sido aplicada a otros países donde ha triunfado. Contra Venezuela han aplicado todas las modalidades, ajo una guerra de amplio espectro y baja intensidad, que ocurre cuando una potencia hegemónica como EEUU no usa sus tropas convencionales, optando por otros ejércitos o financia, protege y lideriza contratistas privados o grupos armados. Desde que nos declaramos una revolución socialista en el 2005, el imperio comenzó su ataque. Trataron primero de derrocar al comandante Chávez y siguieron con el presidente Nicolás Maduro para cambiar la orientación socialista e imponer un gobierno sumiso a Washington. Su ataque arreció luego de la desaparición física del comandante Chávez, ya que en su ignorancia pensaron que acabaría la vocación socialista, y no entendieron que Chávez es un pueblo en revolución y que Nicolás Maduro es el conductor de ese barco. Pasqualina Curcio en su libro La Mano Visible del Mercado explica las cuatro modalidades aplicadas en su estrategia de Guerra Económica: el desabastecimiento programado, la inflación inducida, el contrabando de extracción y el ataque a la moneda, que han usado para el quiebre de la economía. Es una estrategia de cerco y asfixia. Han cerrado todo el acceso al financiamiento internacional, sumado a nueve medidas ejecutivas decretadas por Barack Obama y ratificadas por Trump. Lo único que no nos han aplicado es la guerra formal. Sin embargo, usan a Colombia como el centro de operaciones contra Venezuela. Instalaron siete bases militares y recurren a las Bandas Criminales (BACRIM), para mantener la zona caliente e intentar romper la barrera de defensa y fomentar una guerra civil en Venezuela. La mayor expresión sucedió entre el 1 y el 23 de febrero de 2019, cuando se pretendió tomar Táchira como cabeza de playa e instalar un gobierno avalado por 43 países, con Juan Guaidó como presidente autoproclamado, y desde allí iniciar una guerra total al estilo de Siria, lo que no sucedió gracias a la perfecta unidad cívico-militar, policial. Y desde allí ha ocurrido una debacle de la oposición, y hoy el presidente Nicolás Maduro tiene el control político, militar, social y popular de la Revolución Bolivariana. Esto nos ha llevado a una experiencia inusual en América Latina, solo ocurrida en Cuba, que es el surgimiento de un partido con una visión de la defensa integral de la nación (el PSUV), una milicia nacional bolivariana y una Fuerza Armada. Estamos en la construcción de una plataforma basada en la reactivación del aparato productivo nacional y la defensa integral de la nación. Yo no soy tan optimista, por lo que no creo que se flexibilicen las sanciones y se derogue el bloqueo, por lo que debemos prepararnos para una guerra permanente contra el imperio. Por tal razón hay que desarrollar nuestras potencialidades: tenemos más de 13 millones de hectáreas para producir, con miles de kilómetros de costas y grandes recursos geoestratégicos, lo que nos permitiría en menos de 5 años comenzar a ser autosustentables en legumbres, hortalizas, carne, pollo, huevos, y emprender un proceso de industrialización para liberarnos de la importación europea y norteamericana, por lo cual, la estrategia de cerco y asfixia ha sido una gran oportunidad para edificar una auténtica revolución socialista y liderizar un cambio estratégico en toda América Latina
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